"Sé, para tus feligreses, una madre antes que un padre.
Todo superior debe ser - y permanecer - para sus ovejas como una madre razonable.
Una madre amante no vive para ella, sino para sus hijos, sufre sus enfermedades con amor;
Ella purifica a los que están mancillados, los lava dulcemente, apaciblemente, los viste con ropas limpias y nuevas;
Los calza, los conforta, los alimenta, los consuela.
Y trata de cuidarlos de manera de no escuchar jamás la menor queja de su parte.
Tales niños están ligados a su madre.
Así, cada superior debe vivir no para él, sino para sus ovejas.
Debe ser indulgente con sus debilidades;
Soportar con amor sus enfermedades;
Recubrir los males de los pecadores con emplastos de misericordia;
Levantar con dulzura a los que caen;
Vestirlos con la virtud por la enseñanza y el ejemplo;
Ocuparse constantemente de ellos y salvaguardar su paz interior para no escuchar jamás de su parte ni grito, ni queja.
Entonces, ellos harán lo posible para procurar al superior la tranquilidad y la paz.
San Serafín de Sarov
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