Tres son, hermanos, los resortes
que hacen que la fe se mantenga firme, la devoción sea constante, y la virtud
permanente. Estos tres resortes son: la oración, el ayuno y la misericordia.
Porque la oración llama, el ayuno intercede, la misericordia recibe. Oración,
misericordia y ayuno constituyen una sola y única cosa, y se vitalizan
recíprocamente.
El ayuno, en efecto, es el alma
de la oración, y la misericordia es la vida del ayuno. Que nadie trate de
dividirlos, pues no pueden separarse. Quien posee uno solo de los tres, si al
mismo tiempo no posee los otros, no posee ninguno. Por tanto, quien ora, que
ayune; quien ayuna, que se compadezca; que preste oídos a quien le suplica
aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído a quien no
cierra los suyos al que le súplica.
De los sermones de San Pedro Crisólogo
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