miércoles, 5 de junio de 2013

LA ORACIÓN CONTEMPLATIVA



Es pues necesario que la persona, libre de todo apego, inquietud o distracción, interior y exterior, unifique sus facultades dirigiéndolas a Dios para acoger su presencia en la alegría de la adoración y la alabanza.

La contemplación llega a ser la bienaventuranza de los puros de corazón (Mt 5, 8). El corazón puro es el espejo límpido de la interioridad de la persona, purificada y unificada en el amor, en cuyo interior se refleja la imagen de Dios que allí mora; es como un cristal terso, que iluminado por la luz de Dios emana su mismo esplendor. 

VERBI SPONSA, Instrucción sobre la clausura de las Monjas, 5.

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